Hablando 48 horas después del ataque terrorista en la ciudad francesa de Niza, y preguntado por si le ocupa la solución simplista de Trump de someter a los musulmanes que entren en los Estados Unidos a una especial vigilancia y programa de etiquetado racial y religioso -o de prohibirles absolutamente a seguidores de la religión la entrada en el país- el cardenal O’Malley dijo que sí, que le causa inquietud la vehemencia con la que el magnate ha expresado sus ideas en esta temática.

«Es muy fácil fomentar el rencor y echarles la culpa a ciertos grupos de personas», opinó el arzobispo de Boston, recordando que en otro momento de la historia fue a los irlandeses se les achacó los problemas económicos de los EEUU. Para O’Malley, las múltiples cuestiones que plantea el drama actual de los refugiados alrededor del mundo son demasiado importantes como para usarlas para sacar un rédito político: «Creo que la inmigración es algo tan trascendental que requiere mucha reflexión: hace falta que gente con sabiduría proponga lo que sería mejor para el bien común«, valoró el cardenal. «Y parte de la ecuación es cuidar de la gente refugiada que viene a los Estados Unidos».

«Todos necesitamos leyes inmigratorias justas», continuó en la entrevista el purpurado capuchino, «y una manera de tratar la inmigración que no deshumanice a las personas». Como ejemplo de la forma de tal política equitativa podría tomar, señaló O’Malley al particular hincapié que ha hecho el Papa Francisco en el diálogo –«tenemos que buscar lo que todos tenemos en común», opinó -y en la historia de los mismísimos Estados Unidos, y en las oportunidades que el país ha brindado a los inmigrantes que ha acogido desde sus comienzos como nación.

«La acogida de inmigrantes ha sido nuestra fortaleza», dijo el cardenal. «Traen consigo tanta energía, tanto deseo de hacer un mundo mejor para sus hijos, tantas ganas de trabajar, tanto deseo de contribuir que son un recurso increíble para nuestro país», continuó. Y aunque todos tenemos que contribuir a poner solución a los problemas que motivan a los refugiados a abandonar sus países -sean estos la guerra, la injusticia económica, u otras formas de opresión- estos no deben, en la opinión del cardenal, eximirnos ante la necesidad de ofrecerles la máxima hospitalidad.