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Panel 3 – Agosto 2016. Benjamín Forcano

Panel 3 – Agosto 2016 Benjamín Forcano  temas sociales ago162016   Enviado a la página web de Redes Cristianas 1. En respuesta al Sr. Albert Ribera (Benjamín Forcano) 2. ¿Sólo una hamaca vacía? ( Manuel Fraijó) 3. El compromiso político del cristiano está

ago162016

 

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Benjamín Forcano11. En respuesta al Sr. Albert Ribera (Benjamín Forcano)
2. ¿Sólo una hamaca vacía? ( Manuel Fraijó)
3. El compromiso político del cristiano está en la Izquierda (Benjamín Forcano)

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En respuesta al Sr. Albert Ribera

https://www.facebook,com/benjamin.forcanocebollada.9

La ciudadanía es toda por igual sujeto de derechos
Acabo de leer su artículo en El País (14 de agosto-2016). Es de esos artículos que se leen a gusto, porque destila respeto, mesura y buena persuasión para convencer al Sr. Pedro Sánchez y, cómo no, a los lectores.
Su escrito va dirigido a todos los españoles. Pero, le hago una pregunta. Cuando Vd. Pide al Sr. Pedro Sánchez que piense en nuestros compatriotas, y menos quién liderará su partido en el futuro, ¿incluye también a los que han votado a Unidos-Podemos? ¿O simplemente porque no comparten su proyecto de España, los considera unos malos compatriotas y los descarta como indignos para una oposición responsable, no populista?
Si Vd. suma los votos de su partido Ciudadanos a los de Podemos y a los del PSOE, verá que duplican a los del PP. Por supuesto como patriotas cuentan también los casi ocho millones del PP.

Pero las cosas son como los electores las han expresado. Y una mayoría social, la representada por esos tres partidos al menos, han votado para acabar con la política del PP y dar lugar a otra de cambio y de reformas. Cambio y reformas que fueron provocadas en gran parte por la política ultraneoliberal del PP y que anunció, por activa y pasiva, no cambiaría por la requerida por esa mayoría social en las elecciones.
Tenemos, pues, que compatriotas somos todos, pero en este caso los del PP optaron por ponerse a un lado, en contra de un nuevo Gobierno de reformas y progreso.
Todos entendimos que era contradictorio querer apoyar al PP y ayudarle para continuar con la misma política. Resulta, por ello, paradójico que Ciudadanos mostrase desde el principio incompatibilidad radical con Unidos-Podemos, negándose en redondo a pactar con ellos. Cosa que de haber hecho, tenía que haberlo hecho con el PP, fijado por todos como el responsable de una política repudiada por no subordinada al bien de todos.

Si Ciudadanos dice estar por la regeneración democrática en serio, por una lucha en serio contra la corrupción y por otras reformas, ¿por qué le exige ahora al PSOE que lo haga aportando su sí a la investidura de Rajoy o cuando menos su abstención? ¿Qué razones no ventiladas le hacen ser incompatible con Podemos y no con el PP?
Esta su incompatibilidad deja traslucir dos cosas: que en España hay una línea divisoria para marcar por donde andan los malos o buenos españoles y, más escondido, el terraplén sobre el que el PP lucha contra una política popular, auténticamente democrática, opuesta al proyecto Rajoy de una política neoliberal, hoy manifiestamente cínica.

Hay políticas y políticas. Ha habido también historias encainadas -demasiadas- de unos contra otros, donde han cundido razones viejas de alianza de la religión con la política, no precisamente a favor del pueblo, sustentadas en parte por la Iglesia católica, pero en nuestros tiempos se produjo en su interior un irreversible giro hacia la recuperación del cristianismo originario (teología secular o de las realidades terrena, teología política, teología de la liberación, teología ecológica, teología feminista, etc.) que acuñan como base y blanco de toda emancipación: la igualdad, la justicia, la solidaridad, el amor, el compartir, la primacía de los últimos, la opción por los pobres, con el consiguiente desenganche de todo proyecto invasor, explotador y dominador.

La línea divisoria, trazada antes entre políticas religiosas o ateas, ha pasado hoy a serlo entre partidos ¿religiosos? idolátricos (adoradores del dios dinero, del dios capital); y partidos ¿ateos? (guiados por el dios de una mayor justicia, de una redistribución más ecuánime de la riqueza, que reconozca la dignidad, las necesidades básicas y derechos de todos).
Es ni más ni menos que la revolución encarnada por el Nazareno, acuciante siempre en Occidente, en las entrañas de su historia, alma en cierto modo de su proceso tortuoso y constructivo, fermentador de cambio y renovación en el concilio Vaticano II y en el espíritu y reformas del Papa Francisco.

En cierto modo, una política más de todos y entre todos es posible y avanzará, pero en la medida en que las alianzas ilícitas y los prejuicios se liquiden, se descubran los nuevos presupuestos de una coalición y reconciliación y se cobre conciencia de que la alianza y el consenso se harán realidad, cuando se exorcizen y quiebren los dogmas del dios neoliberal, que opone, divide, desiguala, somete, domina y sacrifica.
Ese es el ídolo de los nuevos ateos, que se dicen religiosos, no muerto ni exhibido en espacios decorativos de templos y museos, sino vivo y operante en el mercado, en las mutinacionales, en bancos y empresas, en la cadena mediática y en las relaciones colonizadoras o imperilistas de unos pueblos con otros.
El cambio y reformas que los ciudadanos españoles están exigiendo apuntan a todo eso, al corazón palpitante de un entramado económico voraz e inmoral, globalizador de la injusticia, de la desigualdad y de la indiferencia.

A los políticos, gestores del Bien Común de todos los ciudadanos y de sus compatriotas, les corresponde analizar si los centros y procesos económicos, efectos del protagonismo del pueblo, se ajustan a los principios éticos (Declaración universal de los Derechos Humanos, Constitución Española) que regulan la dignidad humana y los derechos que de ella derivan y se someten al poder político que les obliga a cumplir con ellos.
¿Finalmente, Ciudadanos se quita la careta?
El partido Ciudadanos apareció por el año 2006 , creció rápidamente y se ganó la simpatía de miles de ciudadanos. La imagen tranquila y hasta atractiva de Albert Ribera despertaba simpatía en muchos y sembraba en otros la duda de no descartarlo por su sereno y encendido amor a España y por la obviedad en sumarse a no pocos de los puntos de reforma necesarios.

Desde el principio, no faltaron quienes señalaron a C´s como disfraz de un PP modernizado. Y restallaba también como chispa desconcertante su repetida y radical incompatibilidad con Podemos. Intrigante resultó su pacto con el PSOE de cara a la investidura asumida por Pedro Sánchez. No se guardaron de publicitar las 200 medidas con que abordaban el cambio y las reformas, pero sin que nada lograra moverlos a pactar con Podemos.
Ocurrieron las segundas elecciones de junio 26 y el viraje dado a su capacidad y tendencia negociadora está dejando a muchos boquiabiertos. ¿Por qué?

-Por el hecho de cambiar su rechazo a Rajoy por el sí a su investidura: ”No queremos que Rajoy Gobierne” (17 de junio); “No apoyaremos a Rajoy ni estaremos en su gobierno” (13 de julio); “Con Rajoy y este gobierno no hay ninguna posibilidad” (28 de julio); “Rajoy ya sabe que no le vamos a apoyar” (3 de agosto); “Estamos abiertos a todo, daremos si a la investidura de Rajoy si cumple estas seis condiciones (9 de agosto).
-Y por el hecho de reprobar ahora al secretario general del PSOE Pedro Sánchez. Lo reprueba como político irresponsable que “ha decidido desentenderse de España”, un inmovilista al no propiciar el sí en la investidura de Rajoy y no estar dispuesto a mojarse y dar soluciones, un omisor de su papel de Estado por preferir el no al desbloqueo, …

Albert Ribera buscaba arrancar el sí a Pedro Sánchez para la investidura de Rajoy,- un absurdo para quien haya seguido el curso de todo lo ocurrido entre ambos y sus respectivos partidos- quedándose él en la abstención, mostrando de esa manera distancia e independencia ante el PP. Pero, la distancia ha desaparecido y lo que se pretendía como distancia ha pasado a ser mal disimulada identificación con el PP. Nadie como el genial Peridis ha logrado captar esta verdad en su viñeta de El Pais (10 de agosto): “Seis condiciones para el Sí” proclama Albert con los brazos en alto. A lo que Rajoy, pedaleando en bici, con puro en boca y manos en alto, exclama: “Esas las paso en bici y sin manos”.

Ya para todos, la careta se vino abajo, porque las seis condiciones marcadas por C,s son, por el momento, todo lo que exige a Rajoy. Son la careta. Con solo ellas la figura interna de Ciudadanos no alberga otras reformas necesarias y sustanciales y, quitada la careta, la figura real acaba siendo la misma que la del PP.
De hecho, y pasando al plano real, las cosas lo muestran así, en continuidad apañada con el PP.
Para salir de dudas, no hay sino aludir al punto crucial de la redistribución de la riqueza de nuestro país. España tiene recursos y riqueza para que todos pudiéramos vivir con dignidad. Pero esa riqueza, que tiene como sujeto al pueblo español que la genera y sustenta en un 90 % , está en manos de un 10 % que la posee y distribuye con gran desigualdad e injusticia.

Sobre la necesidad de redistribuir esa riqueza y las medidas a tomar para llevarlo a la práctica, nada. ¿Solución al paro, a los hogares que no tienen ningún ingreso, a los salarios más bajos para que dejen de perder capacidad adquisitiva? Nada. ¿Aumentar la presión fiscal sobre quienes más renta y beneficios acumulan, reexaminar la deuda externa e impagarla en lo que tiene de ilegítimo y usurero (hemos rebasado el nivel de un billón de euros)? Nada. ¿Eliminar la estafa de bancos y empresas que no pagan ni una décima parte de lo que debieran, poner límites a empresas y multinacionales extranjeras que se aprovechan de nuestra crisis actual? Nada. ¿Establecer medidas para que el 90 % de las cargas fiscales, que salen del bolsillo de los trabajadores y que sólo reciben el 46 % del PIB, sea corregido; rebajar a 10.000 € al mes el sueldo de 120.000 españoles que ganan 20.000 y subir a mil euros el de más de siete millones que no llegan ni a 1. 000 mil € mensuales? Nada.
De todo esto, y sobre las reformas que hay que emprender para mejorar los derechos de la vivienda, de la salud, de la educación, de la ley de Dependencia, etc. PP y C.s no han hablado nada todavía.

Importante, ciertamente, desbloquear , pactar y formar gobierno, pero ¿para qué? ¿Para continuar con la política del PP que la mayoría social ha repudiado con su votos en las urnas? Esa mayoría social, base y condición para la existencia de los partidos, respaldan como expresión de su voluntad y derechos, un programa que diera solución a estos puntos:

1.Poner fin al saqueo sistemático de estos 7 últimos años, que el 90% de la población ha sufrido en salarios y rentas para que bancos, monopolios, multinacionales y grandes fortunas multiplicaran su riqueza.
2. Acabar con el escándalo de que grandes ejecutivos de la principales empresas sigan cobrando salarios de hasta 15 millones de euros al año, mientras 10 millones de trabajadores ganan menos de 1.000 euros mensuales.
3.Controlar, impedir y multar a los fondos buitres norteamericanos que se quedan a precio de saldo los pisos de miles de familias desahuciadas. El gran capital extranjero es ya dueño del 40% de la industria española, mientras cientos de miles de pymes y autónomos han sido condenados a la ruina.
4. Bajo el paraguas de la crisis, no ha disminuido la riqueza, sino que ha hecho que unas minorías aumenten más su riqueza y una mayoría la haya visto decrecer. España se ha convertido en el país desarrollado donde más se ha extendido la pobreza y más han crecido las desigualdades.

5. En este campo, es donde las reformas no se deben eludir si se apuesta de verdad por el cambio. Se barajan propuestas y medidas reales, para una convivencia más ecuánime y estable:
-Ningún salario por debajo de 1.000 euros mensuales, ninguno por encima de 10.000. Hay que redistribuir los salarios, elevando el poder adquisitivo de la mayoría para que aumente el consumo y se reactive la demanda interna.
-Reforma fiscal para que bancos, monopolios y multinacionales paguen un 50% de Impuesto de Sociedades sobre sus grandes beneficios. Y que las grandes fortunas con rentas anuales superiores a 500.000 euros tengan un IRPF del 75%.

– Crear un gran banco público estatal con las cajas y bancos rescatados con nuestro dinero, dirigido a impulsar la reindustrialización del país y la modernización del tejido productivo para generar nueva riqueza y crear millones de puestos de trabajo estables y de calidad, presididas por una nueva política ecológica que cambie el desarrollismo depredador por la sostenibilidad, se enfrente a la contaminación y al cambio climático.
-Auditoría ciudadana e independiente de la deuda para determinar qué parte de ella no ha sido destinada a satisfacer necesidades de la mayoría sino a favorecer el egoísmo y beneficios de unos pocos, declarando esa parte ilegítima y exenta de pago.
-Soberanía Nacional. Para redistribuir la riqueza es imprescindible defender la Soberanía Nacional, con una política al servicio de los intereses del país y de su ciudadanos, libre de imposiciones ajenas dictadas desde Washington y Berlín. Es vana nuestra democracia si los hombres de negro de la troika dirigen la suerte y desarrollo de nuestro país y se convierte nuestro suelo en teatro de operaciones de la OTAN o en plataforma de guerra de los marines norteamericanos contra otros pueblos.

-Ampliación de la Democracia. La redistribución de la riqueza exige una Ampliación de la Democracia, con una nueva ley electoral en la que el voto de cada ciudadano valga igual y donde los cargos electos respondan ante sus votantes en asambleas de electores con el poder de revocarlos si incumplen sus mandatos y se apliquen con rigor las penas para corruptores y corruptos, obligándoles a devolver lo robado.-
-Unidad de España. Redistribución de la riqueza para la que se necesita fortalecer la libre unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España y defender la unidad de España, porque la división debilita y beneficia a los que nos saquean.

Una incógnita por aclarar
Los que no tenemos acceso directo al Sancta Sanctorum de los Partidos, nos quedamos a la espera de que salga el Sumo Sacerdote de cada uno de ellos y comunique los sacros mandamientos que guarda en el arca.
Parece que en Ciudadanos dicho oficio lo desempeña el brillante economista Luis Garicano, (mano derecha del líder naranja), desde que en 2015 entró en Ciudadanos.
Un valladolisetano, de 50 años, que comenzó con su doble Licenciatura en la universidad de Valladolid, siguió con sus masters en Chicago y después de doctorarse en su universidad, ejerce allí como profesor ayudante, asociado y finalmente como titular. En los últimos años ha ocupado plaza de catedrático y profesor de Economía en la London School of Economics. Colaborador economista en la Comisión europea y en la Administración de Liberbank, donde cobraba (sueldo + dietas) 100.000 euros al año.

Nos enorgullece un patriota con tan alto prestigio en el mundo de la economía y su trayectoria lo muestra de relevante y cotizado vuelo.
Es, sin duda, la incógnita o clave de Ciudadanos. Incógnita que no se revelará al pueblo hasta que, con programa, reformas y aplicaciones concretas, se pueda verificar a dónde va a parar y a quién sirve ese gran saber económico: ¿Será una economía, como no se cansa de repetir el Papa Francisco, subordinada a la primacía del ser humano (su dignidad , derechos y responsabilidades) o una economía de exclusión e inequidad -una economía que mata- cómplice con los más poderosos, promotora de la globalidad de la indiferencia, promotora de la cultura del “descarte”, fomentando cada vez más los “excluidos sobrantes”?

El cambio y las reformas en España, exigidas en estas elecciones por una mayoría social, apuntan a una economía humana, sometida al Bien Común, bajo los principios de la Etica y no a un crecimiento macroeconómico ilimitado bajo los criterios de una dictadura economicista deshumanizada.

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¿Solo una hamaca vacía?
Manuel Fraijo

El pensamiento occidental casi siempre fue insumiso con la muerte. Los defensores de la esperanza comprendieron que no hay mejora en este mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; de ahí la creencia en que nadie muere del todo
(El Pais , 13 AGO 2016 )
Ocurrió hace bastantes años: un prestigioso teólogo protestante alemán pronunció una conferencia en Madrid sobre la muerte. Dado que nada dijo sobre la fe del cristianismo —y de muchas otras religiones— en una posible pervivencia más allá de la muerte, me atreví, en el encuentro que siguió a su intervención, a plantearle la pregunta por lo que solemos llamar “el más allá”. Recuerdo que lo hice con bastante inseguridad, ya que por el tenor de su conferencia sospechaba lo que en realidad ocurrió: mi pregunta no fue de su agrado. Intentó “despacharla” por la vía rápida, asegurándome que carecía de base en el Nuevo Testamento. Metidos ya en harina, le mencioné algunos textos bíblicos sobre el tema y apelé a que el más importante teólogo católico del siglo XX, Rahner, había afirmado que el Nuevo Testamento se escribió “a la luz de la resurrección”; y, para hacerle la cosa más familiar, le dejé caer que dos grandes maestros de la teología protestante, Barth y Bultmann —él era discípulo de Bultmann— solían repetir que los términos “Dios” y “resurrección” son equivalentes.

Llegados a este punto, su respuesta tomó un cariz completamente inesperado para mí. Con la mirada perdida, y casi sin darse cuenta de mi presencia, comenzó a hablar de su hijo, recientemente fallecido. Me contó que era muy joven, que la enfermedad fue larga y dolorosa. Por las tardes salía al jardín y se sentaba en una hamaca; poco después llegaban su novia y algunos amigos; con naturalidad, sin prisas, hablábamos de todo un poco. Cuando todo terminó —me explicó con cierta emoción— su novia siguió viniendo a verme; se casó con un ayudante mío de cátedra; tienen dos hijos, que también vienen a verme; son mis nietos; la hamaca también sigue allí. Y mirándome fijamente concluyó: todo ello, su novia, los hijos de su novia, el jardín, la hamaca, ya vacía, y un montón de recuerdos es lo que queda de mi hijo. “A esas realidades se reduce su nueva vida, por la que usted al parecer tanto se interesa”. Siguió un prolongado silencio que yo ya no me atreví a quebrantar con el mismo tema.

Hace años que murió mi interlocutor de aquel día, pero no he olvidado nuestro encuentro ni el relato de su hamaca vacía. Lo recuerdo de modo especial a medida que también en la propia vida va aumentando el recuento de hamacas vacías. Me sigo preguntando si habrá que conformarse, como él, con los recuerdos. Desde luego, el recuerdo es una presencia densa, simbólica, evocadora. Si queda el recuerdo, queda algo noble. De hecho, en las religiones tradicionales africanas, mientras el difunto es recordado por su nombre, aún no está muerto del todo; pertenece a la categoría de los “muertos vivientes”. El proceso de la muerte solo se completa cuando, pasadas algunas generaciones, ya nadie recuerda al difunto; solo entonces deja de ser miembro formal de la gran familia africana. Es el momento en el que se cree que se ha unido a sus antepasados y se ha marchado “a casa”, a la que se supone su última y definitiva morada.

Pero nuestro ámbito occidental raramente se ha contentado con el mero recuerdo; casi siempre se mostró insumiso frente a la muerte. Muchos de sus grandes filósofos anduvieron a vueltas con algún género de supervivencia. Por lo general, le dieron el nombre de “inmortalidad del alma”. Pocos se atrevieron con un término tan cargado de connotaciones monoteístas como el de “resurrección”.

Pero, con una u otra terminología, todos apuntaban en la misma dirección: el decidido rechazo, tan unamuniano, de la nada como destino final de la inquieta peregrinación humana por la historia. “Hasta el mísero hombre del Neanderthal —escribe el historiador de las religiones James— contaba ya con una vida más allá de la tumba”. Conocido es el enigmático aserto de Heráclito: “A los hombres, tras la muerte, les aguardan cosas que ni esperan ni imaginan”. El afán por “durar” (Spinoza), la esperanza de algún género de futuro tras la muerte parece haber acompañado desde muy tempranamente a los seres humanos. Platón aseguró que no todo lo nuestro perece: perdura el alma inmortal. Una gran obsesión pareció acompañar siempre a este filósofo: el mundo sensible no puede, no debe, erigirse en explicación del mundo espiritual.

Platón ha sido generosamente heredado. Solo una muestra: imposible no recordar el postulado de la inmortalidad kantiano. Un mundo que niega la felicidad a seres dignos de ella y se la otorga a los que no la merecen no puede ser la máxima expresión de lo que nos cabe esperar. Es lícito, obligado incluso, soñar con escenarios más justos. Kant, afirma Adorno, postuló la inmortalidad para huir de la “desesperación”, para abrirse “al ansia de salvar”.

Y es que los defensores de la esperanza comprendieron siempre que no hay mejora en este mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; las mejoras nunca las disfrutarán los que ya se fueron. Incontables seres humanos llegaron al final de sus días sin que hubiese sido tenida en cuenta su humilde solicitud de una vida digna; siempre fueron meros aspirantes a lo elemental, candidatos injustamente rechazados. De ahí que algunos grandes espíritus, ansiosos de reparar injusticias, hayan soñado con que nadie muera del todo para siempre. “La esperanza perdida de la resurrección —escribe Habermas— se siente a menudo como un gran vacío”. Es un anhelo profundamente humano. Eso sí: un anhelo de incierto cumplimiento. Laín Entralgo lo formuló así: “lo cierto es siempre lo penúltimo y lo último es siempre incierto”.

Y, obviamente, son las religiones —especialmente las monoteístas— las más reacias al relato de la hamaca vacía. Desde siempre ofrecieron su palabra de honor de que, tras la muerte, habrá nuevas acogidas, nuevos inicios, libres ya del signo de la actual precariedad. Eso sí: las religiones no informan de lo que saben, sino de lo que creen. De ahí que grandes creyentes como el cardenal Newmann suplicasen: “Que mis creencias soporten mis dudas”. En este sentido, el “más allá” no es científicamente verificable ni, por tanto, refutable. Las religiones consideran que algo puede ser significativo sin ser científico. Entre paréntesis: parece que, al principio, la nueva vida, la resurrección, solo se esperaba para los mártires, es decir, para los más afectados por el mal y el sufrimiento; pero lentamente se fue abriendo paso el convencimiento de que en mayor o menor medida todos terminamos compartiendo la condición de mártires: la muerte, que no es solo el final de la vida, sino su permanente amenaza, se encarga sobradamente de ello.

Para concluir: de especial trascendencia continúa siendo el anuncio cristiano de la resurrección de Jesús de Nazaret como anticipo de la resurrección universal. El teólogo Moltmann asegura que la resurrección de Jesús “ha hecho historia”. Es cierto: al menos iluminó muchos últimos instantes y suavizó innumerables despedidas. En algún sentido es el gran contrapeso de la hamaca vacía.
Manuel Fraijó es catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED. Acaba de publicar Avatares de la creencia en Dios (Trotta).
3
EL COMPROMISO POLÍTICO DEL CRISTIANO ESTÁ EN LA IZQUIERDA

Benjamín Forcano

El compromiso político del cristiano está en la izquierda. En otros momentos, esta frase hubiera levantado polvareda. Hoy, la sigue levantando, pero menos. Las cosas han cambiado. Se puede ser cristiano sin renegar del socialismo y se puede ser de derechas a sabiendas de rebajar el cristianismo. Si antes la herejía era “cristianos por el socialismo”, hoy es “cristianos por el capitalismo”. Ha muerto, es cierto, el socialismo real. ¿Entonces? “Viva el socialismo utópico”, escribe el obispo Casaldáliga.

Ser de izquierdas es luchar contra la desigualdad, armonizar el bien particular con el bien común, combatir la marginación, constituir en causa propia la dignidad y derechos humanos, buscar la propia realización desde una ética conjuntiva “Yo y el Otro”, Nosotros.
Espero que quienes admiran y siguen a Casaldáliga no dejen de hacerlo al leer estas sus palabras: “Creo que el capitalismo es intrínsecamente malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la explotación del hombre por el hombre, la esclavitud de los muchos al yugo del interés y la prosperidad de los pocos. Una cosa he entendio claramente con la vida: las derechas son reaccionarias por naturaleza, fanáticamente inmovilistas cuando se trata de salvaguardar el propio tajo, solidariamente interesadas en aquel orden que es el bien… de la minoría de siempre”.
Cierto clima actual admite que se puede ser cristiano, pero sin traspasar la intimidad, es decir, como una vivencia subjetiva de ilusión, neurosis, alienación o proyección irreal.
La talla humana, desde un cierto horizonte de la cultura moderna, se la considera desmerecida si se la cobija bajo la sombra de la religión.

La religión sacaría del mundo real, desnaturaliza e incapacita para la transformación social. Progreso y libertad, derechos humanos y tolerancia, ciencia y modernidad, revolución y democracia, son incompatibles con la fe. Esta nos exilia de la historia, de la sociedad, de la razón y de la realización humana. Venir, por tanto, ahora a reivindicar la izquierda como lugar propio del cristiano, no deja de ser una ingenuidad.

Está claro que todo esto es como tocar un clavo ardiente.
Es un hecho que el cristianismo histórico se ha prostituido, registrando en su haber abusos de poder, machismos, antimodernidad, negación de derechos humanos.
Pero, también es un hecho que el cristianismo ha sido en la historia fuente de inspiración y espoleta de revoluciones, de defensa de la dignidad humana, de entrega amorosa hasta el límite por los últimos de la sociedad, de resistencia hasta el martirio contra abusos del poder y de particularismos idolatrados.

Se trata, por tanto, de discernir de qué cristianismo o socialismo hablamos. Y veremos que no siempre hay concordancia automática entre teoría y praxis y que es posible aquello de que ¡Una mala realización no invalida un buen proyecto!

El socialismo, en su proyecto, es más ético y consonante con el cristianismo que el capitalismo. La diferencia es básica: el socialismo apuesta por la igualdad, va de menos justicia y libertad a más justicia y libertad, de lo establecido a lo utópico, de la discriminación a la identidad humana universal. El capitalismo lleva en su entraña la filosofía que desiguala y discrimina y los objetivos del lucro y del máximo beneficio posible, a costa claro de la explotación del otro.

Si hablamos del cristianismo originario, en el origen está Jesús de Nazaret. El no fue un quietista, ni un maestro académico, ni un guerrillero zelote.
Fue un profeta, un revolucionario, que habló de un Dios nuevo, de una humanidad sin fronteras, de unas relaciones fraternas, libres de orgullo, tiranía e hipocresía, de una religiosidad inseparable de la justicia y del amor, de una utopía (reino de Dios) donde los primeros son los últimos y los últimos los primeros. Esta “demasía” llevó al poder –sanedrín e imperio- a exterminarlo, por blasfemo y subversivo.

Esa es la vertiente pública del mensaje del Nazareno, prendida como chispa en la hoguera de la historia, que puede calcinar alianzas, mercados, globalizaciones, totalitarismos. Si la pasión de Jesús se convierte en pasión de los cristianos, y esa pasión pasa por la justicia, perseguida desde los últimos, queda encendido el motor para una renovación de la izquierda y una refundación del socialismo. Hoy la
economía está sin alma, la política con apenas ciudadanía. ¿De dónde recabar fuentes para levantar un nuevo sujeto humano?

Esa es la cuestión.

La hegemonía de la cultura burguesa hace imposible una nueva sociedad, más democrática, igualitaria y fraterna. O creamos un nuevo sujeto posburgués, o continuaremos con unas democracias formales, sin alma. El alma es lo que la economía, la tecnocracia o la planificación neoliberal trastueca y elega en una suerte de antiutopía:

“La posmodernidad niega la radicalidad espiritual, el compromiso, la espiritualidad, la utopía; sustituye la ética por la estética, lo utópico por lo agradable; ignora a los pobres y deja de lado a la justicia; renuncia a los grandes ‘relatos’; es narcisista: dicen incluso que hemos pasado de Prometeo a Narciso”, escribe el obispo Casaldáliga.

Es necesaria la política y la economía, los programas y las leyes, los presupuestos y las estrategias, pero si no hay mística, si no hay valores, si no hay pasión en torno a un proyecto de justicia, solidaridad y paz, la vida pública será el meandro oscuro donde actuará el sujeto burgués, neurotizado por su complejo de individualismo posesivo.
La democracia no viene de arriba, por arte de magia política, organizativa o institucional. La democracia la funda y se funda en la persona, llamada a ser protagonista y artífice del quehacer histórico, y no marioneta. Pero, ese quehacer no se improvisa. Es la tarea, lenta y ardua, de una cultura nueva, única capaz de crear el sujeto apto para la nueva izquierda. Y es, en esa área, donde el cristianismo puede desempeñar una labor ingente de reactivación y fecundación del socialismo.

Desde esta perspectiva, me atrevo a concluir (haciendo mía la tesis del profesor Rafael Díaz Salazar en su libro La Izquierda y el Cristianismo): ” El socialismo sigue siendo la perspectiva política y económica que mejor puede asegurar a resolver los problemas sociales”.

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