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El Papa a los movimientos populares: «Las tres T (tierra, techo y trabajo), ese grito de ustedes que hago mío»

"Se salvan los bancos, pero no las personas. Es la bancarrota de la humanidad" El Papa a los movimientos populares: "Las tres T (tierra, techo y trabajo), ese grito de ustedes que hago mío" "¿Quién gobierna? El

«Se salvan los bancos, pero no las personas. Es la bancarrota de la humanidad»

El Papa a los movimientos populares: «Las tres T (tierra, techo y trabajo), ese grito de ustedes que hago mío»

«¿Quién gobierna? El dinero, con el látigo del miedo, de la inequidad y de la violencia»

José Manuel Vidal, 05 de noviembre de 2016 a las 16:52

Al miedo se lo alimenta y se lo manipula, porque, además de ser un buen negocio para los mercadres de la muerte, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y, al final, nos hace crueles

El Papa saluda a un líder popular

El Papa saluda a un líder popular

(José M. Vidal).- El Papa recibe en el aula Pablo VI a los participantes en el III Encuentro de Movimientos Populares del mundo. Ante ellos, Francisco se transforma en un líder revolucionario que, como el Jesús que cura en sábado, denuncia el sistema que crea inequidad e impide vivir con dignidad a los hijos de Dios. Un histórico discurso para sumarse al «grito de las tres T (tierra, techo y trabajo)» y denunciar a los que gobiernan «con el látigo del miedo, de la inequidad y de la violencia».

El cardenal Turkson, organizador de las jornadas, presenta a los presentes: Más de 3.000 participantes de 60 países de todo el mundo, en representación de los movimientos populares de todo el mundo.

Y el cardenal da la palabra a Dhao Mustapha, de Senegal, que vive y trabaja en Barcelona, y que entrega al Papa la sintesis de lso trabajos de estos días.

A continuación, presentan al Papa un video, que resume los trabajos de los movimientos populares durante todos estos días en el Vaticano y las luchas por las tres t (tierra,techo, trabajo) de los diversos movimientos.

Tras el video, interviene Edilma Mendes, para presentar las propuestas aprobadas por los movimientos populares.

«La causa comun de la crisis medioambiental es el sistema capitalista imperante, que no respeta la dignidad humana»

«Queremos recordar a Berta Cáceres, portavoz de nuestro primer encuentro, asesinada por pormover procesos de cambio»

«Proponemos importar mecanismos institucionales que garanticen la suma de los movimientos populares en la toma de decisiones políticos y económicos»

«Rechazamos la privatización del agua y exigimos que sea considerada bien público»

«Proponemos prohibir la patente y manipulación de todas las formas de vida, especialmente de las semillas»

«Reforma labortal justa: Un salario social universal para todos los trabajadores»

«Declarar la inviolabilidad de la vivienda familiar, para erradicar los deshaucios»

«Construir una ciudadanía universal, que derribe los muros de le exclusión y de la xenofobia»

«Queremos trabajar, junto a Francisco, para que estas propuestas se transformen en derechos exigibles»

«Aniamamos a las iglesias locales a hacer relaidad los mensajes del Papa»


Algunas frases de las palabras del Papa

«Hermanas y hermanos, buenas tardes»

«Expresamos la misma sed: sed de justicia y el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos»

«¡Cuánta esperanza tengo en los jóvenes!»

«Gracias al cardenal Turkson y al ex presidente uruguayo José Mujica, aquí presente»

«Un cambio necesario para que la vida sea digna»

«Son ustedes poetas sociales»

«Tareas ante la globalización de la indiferencia»

«TRabajo digno para lso excluidos del mercado, tierra para los campesinos, vivienda para las familias isn techo, integración para los barrios marginales, fin de todas las guerras, liberta de expresión, ciencia al servicio de los pueblos»

«Rechazar el consumismo y recuperar la solidaridad y el respeto a la naturaleza»

«La vida buena y no el ideal egoísta de la buena vida»

«Los que hoy estamos aquí pensamos distinto en muchas cosas, pero coincidimos en estos puntos»

«Las soluciones reales tienen que ser fruto de un discernimiento colectuvo, que se convierte en acción transformadora»


«Sin caer en los nominalismos declaracionistas, que son sólo bellas frases»

«Su camino es, al mismo tiempo, local y universal»

«¿Qué hacer frente a la inequidad que engendra violencia?»

«Ustedes miran hacia adelante. Los felicito y los acompaño y les pido que sigan abriendo camino y luchando. Eso me da fuerzas. Eso nos da fuerzas»

«El trabajo por la justicia va echando raíces»

«El terror y los muros»

«Desplazar la primacía del dinero y colocar en el centro al ser humano»

«¿Quién gobierna? El dinero, con el látigo del miedo, de la inequidad y de la violencia»

«¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay un terrorismo de base, que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera»

«De ese terrorismo básico, se alimentan los derivados: el narcoterrorismo, el de Estado y el étnico o religioso»

«Ningún pueblo ni ninguna religión es terrorista»

«Hay fundamentalistas y terroristas en todas partes»

«En 1931, Pío XI hablaba ya del imperislismo internacional del dinero»

«Pablo VI denunció, hace 50 años, la nueva forma abusiva del terrorismo económico»

«La DSI se rebela contra el ídolo dinero, que aterroriza a la humanidad»

«Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. Esto es clave. Por eso, toda tiranía es terrorista»

«Ciudadanos amurallados, aterrorizados, excluidos, desterrados…¿Es esa la vida que nuestro padre Diso quiere para sus hijos»

«Al miedo se lo alimenta y se lo manipula, porque, además de ser un buen negocio para los mercadres de la muerte, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y, al final, nos hace crueles»

«EL frío aliento del miedo. Recemos para que Dios dé valor a los que tienen miedo»

«La misericordia no es fácil. Requiere coraje»

«La misericordia es el mejor antídoto contra el miedo y mucho más eficaz que los muros y es gratis, es un don de Dios»

«Todos los muros caen»

«Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos»

«Hagamos frente al terror con amor»

«El amor y los puentes»

«Frente al hambre Jesús priorizó la dignidad de los Hijos de Dios»

«Dios quiere amor y no sacrificios»»Cuando los pobres organizados se inventan su propio trabajo, están imitando a Jesús»

«El desempleo es la atrofia del sistema económico imperante»

«No me extraña que, a veces, los persigan»

«Jesús se jugó la vida»

«Muchos de ustedes se juegan la vida. La quiero recordar. Hoy no está aquí, porque se jugó la vida»

«Las tres t, ese grito de ustedes que hago mío»

«Un proyecto-puente de los pueblos frente al muro del dinero»

«Sanar al mundo de su atrofia moral»

«Este sistema puede ofrecer ciertos implantes cosméticos…pero no permite el desarrollo integral del ser humano, que no se reduce al consumo y al bienestar de unos pocos»

«Desarrollo humano integral y respetuoso de la creación de la cada común»

«La bancarrota y al salvotaje»

«El drama de los migrantes, refugiados y desplazados»

«Una situación oprobiosa, que me salió espontáneamente en Lampedusa: ¡vergüenza!»

«Allí y en Lesbos pude sentir de cerca el sufrimeinto de tantas familias expulsadas de sus tierras…Multitudes desterradas»

«Los ojos de los niños en los campos muestran la bancarrota de la humanidad»

«Ante la bancarrota d eun banco, sumas escandalosas para salvarlo. Ante la bancarrota de la humanidad, ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto»

«El Mediterráneo se ha convertido en un cementerio y otros muchos sitios con muros manchados de sangre inocente»

«El miedo endurece el corazón»

«Quien tiene miedo de vosotros no os ha mirado a los ojos»

«La emigración es un problema del mundo»

«Nadie debería verse obligado a huir de su patria»

«Hagan todo lo que puedan por lso emigrantes y refugiados»

«Tal vez algunos Estados abran los ojos, para acoger e integrar a los que buscan refugio lejos de su hogar»

«Dar ejemplo y reclamar e suna forma de meterse en política»

«La relación entre pueblo y democracia»

«Debería ser natural y fluida, pero corre el peligro de desdibujarse»

«Los movimientos populares no son partidos políticos y, en gran medida, en eso radica su riqueza»

«No tengan miedo de meterse en Política con mayúscula»

«La política es una de las formas más altas del amor»

«Dos riesgos: el de dejarse encorsetar y el de dejarse corromper»

«Ya no se los tolera, cuando se introducen en las grandes decisiones, que algunos pretenden monopolizar en pequeñas castas»

«Están llamados a refundar las democracias, que pasan por una verdadera crisis»

«La inequidad es raiz de todos los males sociales»

«El futuro de la humanidad está en manos de los pueblos»

«La Iglesia puede y debe pronunciarse y actuar frente a situaciones en las que se tocan las llagas y el sufrimiento»

«El segundo riesgo es dejarse corromper»

«Hay corrupción naturalizada en el ámbito financiero, que tiene menos prensa que la corrupción política»

«Hay que vivir la vocación de servir con fuerte sentido de humildad y austeridad»

«Austeridad en el modo de vivir, austeridad moral y humana, pero no austeridad como sinónimo de ajustes»

«Los no austeros que no se metan en política…y tampoco en los seminarios»

«No subestimen el valor del ejemplo, que vale más que mil videos de retuits o de videos de Youtube»

«Les pido a los dirigentes que no se cansen de practicar la austeridad moral»

«El mecanismo del miedo sostiene ese sistema inicuo»

«Contra el terror, el mejor antídoto es el amor, que todo lo cura»

«Escribí el documento ‘Amoris laetitia’, sobre el amro en la familia y en la humanidad»

«En ella cito a Martin Luther King, que optó por el amor fraterno en medio de las peores persecuciones»

«La persona fuerte es la que puede romper la cadena del odio y del mal, como dijo Luther King en 1957»

«Que Dios los acompañe y los bendiga, para darles coraje y romper la cadena del odio»

«Recen por mí y los que no pueden rezar, piénsenme bien y mándenmen buena onda»

Cerrada ovación de los más de 3.000 participantes puestos en pié.Y Francisco baja del estrado para saludar a los presentes, entre ellos a Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay.

Texto íntegro del histórico discurso papal a los movimientos populares

Hermanas y hermanos, buenas tardes.

En este nuestro tercer encuentro expresamos la misma sed, la sed de justicia, el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos.
Agradezco a los delegados, que han llegado desde las periferias urbanas, rurales y laborales de los cinco continentes, de más de 60 países, a debatir una vez más cómo defender estos derechos que nos convocan. Gracias a los Obispos que vinieron a acompañarlos. Gracias también a los miles de italianos y europeos que se han unido hoy al cierre de este Encuentro.

Gracias a los observadores y jóvenes comprometidos con la vida pública que vinieron con humildad a escuchar y aprender. ¡Cuánta esperanza tengo en los jóvenes! Le agradezco también a Usted, Señor Cardenal Turkson, el trabajo que han hecho en el Dicasterio; y también quisiera mencionar el aporte del ex Presidente uruguayo José Mujica que está presente.
En nuestro último encuentro, en Bolivia, con mayoría de Latinoamericanos, hablamos de la necesidad de un cambio para que la vida sea digna, un cambio de estructuras; también de cómo ustedes, los movimientos populares, son sembradores de ese cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía; por eso quise llamarlos «poetas sociales»; y también enumeramos algunas tareas imprescindibles para marchar hacia una alternativa humana frente a la globalización de la indiferencia: 1. poner la economía al servicio de los pueblos; 2. construir la paz y la justicia; 3. defender la Madre Tierra.

Ese día, en la voz de una cartonera y de un campesino, se dio lectura a las conclusiones, los diez puntos de Santa Cruz de la Sierra, donde la palabra cambio estaba preñada de gran contenido, estaba enlazada a cosas fundamentales que ustedes reivindican: trabajo digno para los excluidos del mercado laboral; tierra para los campesinos y pueblos originarios; vivienda para las familias sin techo; integración urbana para los barrios populares; erradicación de la discriminación, de la violencia contra la mujer y de las nuevas formas de esclavitud; el fin de todas las guerras, del crimen organizado y de la represión; libertad de expresión y comunicación democrática; ciencia y tecnología al servicio de los pueblos. Escuchamos también cómo se comprometían a abrazar un proyecto de vida que rechace el consumismo y recupere la solidaridad, el amor entre nosotros y el respeto a la naturaleza como valores esenciales.

Es la felicidad de «vivir bien» lo que ustedes reclaman, la «vida buena», y no ese ideal egoísta que engañosamente invierte las palabras y propone la «buena vida».

Quienes hoy estamos aquí, con orígenes, creencias e ideas diversas, tal vez no estemos de acuerdo en todo, seguramente pensamos distinto en muchas cosas, pero coincidimos en esos puntos.

Supe también de encuentros y talleres realizados en distintos países donde multiplicaron los debates a la luz de la realidad de cada comunidad. Eso es muy importante porque las soluciones reales a las problemáticas actuales no van a salir de una, tres o mil conferencias: tienen que ser fruto de un discernimiento colectivo que madure en los territorios junto a los hermanos, un discernimiento que se convierte en acción transformadora «según los lugares, tiempos y personas» como diría san Ignacio. Si no, corremos el riesgo de las abstracciones, de «los nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades» (Carta al Presidente de la Pontificia Comisión Para América Latina, 19 de marzo de 2016).

El colonialismo ideológico globalizante procura imponer recetas supraculturales que no respetan la identidad de los Pueblos. Ustedes van por otro camino que es, al mismo tiempo, local y universal. Un camino que me recuerda cómo Jesús pidió organizar a la multitud en grupos de cincuenta para repartir el pan (Cf. Homilía en la Solemnidad de Corpus Christi, Buenos Aires, 12 de junio de 2004).

Recién pudimos ver el video que han presentado a modo de conclusión de este tercer Encuentro. Vimos los rostros de ustedes en los debates sobre qué hacer frente a «la inequidad que engendra violencia». Tantas propuestas, tanta creatividad, tanta esperanza en la voz de ustedes que tal vez sean los que más motivos tienen para quejarse, quedar encerrados en los conflictos, caer en la tentación de lo negativo. Pero, sin embargo, miran hacia adelante, piensan, discuten, proponen y actúan. Los felicito, los acompaño, les pido que sigan abriendo caminos y luchando. Eso me da fuerza, nos da fuerza. Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de tantos millones que trabajan cotidianamente por la justicia en todo el mundo, va echando raíces.

El terror y los muros

Sin embargo, esa germinación que es lenta, que tiene sus tiempos como toda gestación, está amenazada por la velocidad de un mecanismo destructivo que opera en el sentido contrario. Hay fuerzas poderosas que pueden neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano. Ese «hilo invisible» del que hablamos en Bolivia, esa estructura injusta que enlaza a todas las exclusiones que ustedes sufren, puede endurecerse y convertirse en un látigo, un látigo existencial que, como en el Egipto del Antiguo Testamento, esclaviza, roba la libertad, azota sin misericordia a unos y amenaza constantemente a otros, para arriar a todos como ganado hacia donde quiere el dinero divinizado.

¿Quién gobierna entonces? El dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso.

Ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero» (Conferencia de prensa en el Vuelo de Regreso del Viaje Apostólico a Polonia, 31 de julio de 2016). Ese sistema es terrorista.

Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero» (Carta Enc. Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931, 109). El aula en la que estamos ahora se llama «Paolo VI», y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta año las «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (Carta Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo de 1971, 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad.

Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. De ahí que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavía, del otro. ¿Es esa la vida que nuestro Padre Dios quiere para sus hijos?

Al miedo se lo alimenta, se lo manipula… Porque el miedo, además de ser un buen negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al final nos hace crueles. Cuando escuchamos que se festeja la muerte de un joven que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la guerra a la paz, cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando constatamos que ganan terreno las propuestas intolerantes; detrás de esa crueldad que parece masificarse está el frío aliento del miedo.

Les pido que recemos por todos los que tienen miedo, recemos para que Dios les dé el valor y que en este año de la misericordia podamos ablandar nuestros corazones. La misericordia no es fácil, no es fácil… requiere coraje. Por eso Jesús nos dice: «No tengan miedo» (Mt 14,27), pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los muros, las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios.

Queridos hermanos y hermanas: todos los muros caen. No nos dejemos engañar. Como han dicho ustedes: «Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación» (Documento Conclusivo del II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, 11 de julio de 2015, Cruz de la Sierra, Bolivia). Enfrentemos el Terror con Amor.
El amor y los puentes

Un día como hoy, un sábado, Jesús hizo dos cosas que, nos dice el Evangelio, precipitaron la conspiración para matarlo. Pasaba con sus discípulos por un campo, un sembradío. Los discípulos tenían hambre y comieron las espigas. Nada se nos dice del «dueño» de aquel campo… subyacía el destino universal de los bienes. Lo cierto es que frente al hambre, Jesús priorizó la dignidad de los hijos de Dios sobre una interpretación formalista, acomodaticia e interesada de la norma. Cuando los doctores de la ley se quejaron con indignación hipócrita, Jesús les recordó que Dios quiere amor y no sacrificios, y les explicó que el sábado está hecho para el ser humano y no el ser humano para el sábado (cf. Mc 2,27).

Enfrentó al pensamiento hipócrita y suficiente con la inteligencia humilde del corazón (cf. Homilía, I Congreso de Evangelización de la Cultura, Buenos Aires, 3 de noviembre de 2006), que prioriza siempre al ser humano y rechaza que determinadas lógicas obstruyan su libertad para vivir, amar y servir al prójimo.

Y después, ese mismo día, Jesús hizo algo «peor», algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo. Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con ello le devolvió la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas.

A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo. No me extraña que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y tampoco me extraña que a los soberbios no les interese lo que ustedes digan.

Jesús, ese sábado, se jugó la vida porque después de sanar esa mano, fariseos y herodianos (cf. Mc 3,6), dos partidos enfrentados entre sí, que temían al pueblo y también al imperio, hicieron sus cálculos y se confabularon para matarlo. Sé que muchos de ustedes se juegan la vida. Sé que algunos no están hoy acá porque se jugaron la vida… pero no hay mayor amor que dar la vida. Eso nos enseña Jesús.

Las «3-T», ese grito de ustedes que hago mío, tiene algo de esa inteligencia humilde pero a la vez fuerte y sanadora. Un proyecto-puente de los pueblos frente al proyecto-muro del dinero. Un proyecto que apunta al desarrollo humano integral. Algunos saben que nuestro amigo el Cardenal Turkson preside ahora el Dicasterio que lleva ese nombre: Desarrollo Humano Integral. Lo contrario al desarrollo, podría decirse, es la atrofia, la parálisis.

Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su atrofia moral. Este sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances técnicos, mayor «eficiencia» para producir cosas que se compran, se usan y se tiran englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación. Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la Creación.
Bancarrota y salvataje

Queridos hermanos, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre otros dos temas que, junto a las «3-T» y la ecología integral, fueron centrales en sus debates de los últimos días y son centrales en este tiempo histórico.

Sé que dedicaron una jornada al drama de los emigrantes, refugiados y desplazados. ¿Qué hacer frente a esta tragedia? En el Dicasterio que tiene a su cargo el Cardenal Turkson hay un departamento para la atención de estas situaciones. Decidí que, al menos por un tiempo, ese departamento dependa directamente del Pontífice, porque aquí hay una situación oprobiosa, que sólo puedo describir con una palabra que me salió espontáneamente en Lampedusa: vergüenza.

Allí, como también en Lesbos, pude sentir de cerca el sufrimiento de tantas familias expulsadas de su tierra por razones económicas o violencias de todo tipo, multitudes desterradas -lo he dicho frente a las autoridades de todo el mundo- como consecuencia de un sistema socioeconómico injusto y de conflictos bélicos que no buscaron, que no crearon quienes hoy padecen el doloroso desarraigo de su suelo patrio sino más bien muchos de aquellos que se niegan a recibirlos.

Hago mías las palabras de mi hermano el Arzobispo Jerónimo de Grecia: «Quien ve los ojos de los niños que encontramos en los campos de refugiados es capaz de reconocer de inmediato, en su totalidad, la «bancarrota» de la humanidad» (Discurso en el Campo de refugiados de Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016) ¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de sangre inocente.

El miedo endurece el corazón y se transforma en crueldad ciega que se niega a ver la sangre, el dolor, el rostro del otro. Lo dijo mi hermano el Patriarca Bartolomé: «Quien tiene miedo de vosotros no os ha mirado a los ojos. Quien tiene miedo de vosotros no ha visto vuestros rostros. Quien tiene miedo no ve a vuestros hijos. Olvida que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división. Olvida que la migración no es un problema de Oriente Medio y del norte de África, de Europa y de Grecia. Es un problema del mundo» (Discurso en el Campo de refugiados de Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016).

Es, en verdad, un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades.

Les pido a ustedes que hagan todo lo que puedan y nunca se olviden que Jesús, María y José experimentaron también la condición dramática de los refugiados. Les pido que ejerciten esa solidaridad tan especial que existe entre los que han sufrido. Ustedes saben recuperar fábricas de las bancarrotas, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso como esa viuda del Evangelio que pide justicia insistentemente (cf. Lc 18,1-8).

Tal vez con su ejemplo y su insistencia, algunos Estados y Organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra circunstancia, buscan refugio lejos de su hogar. Y también para enfrentar las causas profundas por las que miles de hombres, mujeres y niños son expulsados cada día de su tierra natal.

Dar el ejemplo y reclamar es una forma de meterse en política y eso me lleva al segundo eje que debatieron en su Encuentro: la relación entre pueblo y democracia. Una relación que debería ser natural y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas.

Los movimientos populares, lo sé, no son partidos políticos y déjenme decirles que, en gran medida, en eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica y vital de participación social en la vida pública. Pero no tengan miedo de meterse en las grandes discusiones, en Política con mayúscula y cito de nuevo a Pablo VI: «La política ofrece un camino serio y difícil-aunque no el único-para cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de servir a los demás» (Lett. Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 46).

Quisiera señalar dos riesgos que giran en torno a la relación entre los movimientos populares y la política: el riesgo de dejarse encorsetar y el riesgo de dejarse corromper.

Primero, no dejarse encorsetar, porque algunos dicen: la cooperativa, el comedor, la huerta agroecológica, el microemprendimiento, el diseño de los planes asistenciales… hasta ahí está bien. Mientras se mantengan en el corsé de las «políticas sociales», mientras no cuestionen la política económica o la política con mayúscula, se los tolera. Esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos a veces me parece una especie de volquete maquillado para contener el descarte del sistema.

Cuando ustedes, desde su arraigo a lo cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio, desde el paraje, desde la organización del trabajo comunitario, desde las relaciones persona a persona, se atreven a cuestionar las «macrorelaciones», cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un planteo más integral, ahí ya no se los tolera tanto porque se están saliendo del corsé, se están metiendo en el terreno de las grandes decisiones que algunos pretenden monopolizar en pequeñas castas. Así la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino.

Ustedes, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, de desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria.

Sabemos que «mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales» (Exhort. ap. postsin. Evangelii gaudium, 202). Por eso, lo dije y lo repito: «El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio» (Discurso en el Segundo Encuentro mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 9 de julio de 2015).

La Iglesia también puede y debe, sin pretender el monopolio de la verdad, pronunciarse y actuar especialmente frente a «situaciones donde se tocan las llagas y el sufrimiento dramático, y en las cuales están implicados los valores, la ética, las ciencias sociales y la fe» (Discurso a la Cumbre de Jueces y Magistrados contra el Tráfico de Personas y el Crimen Organizado, Vaticano, 3 de junio de 2016).

El segundo riesgo, les decía, es dejarse corromper. Así como la política no es un asunto de los «políticos», la corrupción no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y social.

Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de servir con un fuerte sentido de austeridad y humildad. Esto vale para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para nosotros, los pastores.

A cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de estas ataduras. Pero, parafraseando al ex Presidente latinoamericano que está por acá, el que tenga afición por todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho daño a sí mismo y al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola.

Frente a la tentación de la corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; y practicar la austeridad es, además, predicar con el ejemplo. Les pido que no subestimen el valor del ejemplo porque tiene más fuerza que mil palabras, que mil volantes, que mil likes, que mil retweets, que mil videos de youtube. El ejemplo de una vida austera al servicio del prójimo es la mejor forma de promover el bien común y el proyecto-puente de las 3-T. Les pido a los dirigentes que no se cansen de practicar la austeridad y les pido a todos que exijan a los dirigentes esa austeridad, la cual -por otra parte- los hará muy felices.

Queridos hermanas y hermanos, la corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo.

Quisiera, para finalizar, pedirles que sigan enfrentando el miedo con una vida de servicio, solidaridad y humildad en favor de los pueblos y en especial de los que más sufren. Se van a equivocar muchas veces, todos nos equivocamos, pero si perseveramos en este camino, más temprano que tarde, vamos a ver los frutos. E insisto, contra el terror, el mejor antídoto es el amor. El amor todo lo cura. Algunos saben que después del Sínodo de la familia escribí Amoris Laetitia, un documento sobre el amor en la familia de cada uno, pero también en esa otra familia que es el barrio, la comunidad, el pueblo, la humanidad. Uno de ustedes me pidió distribuir un cuadernillo que contiene un fragmento del capítulo cuarto de ese documento. Creo que se los van a entregar a la salida. Va entonces con mi bendición. Allí hay algunos «consejos útiles» para practicar el más importante de los mandamientos de Jesús.

En Amoris Laetitia cito a un fallecido dirigente afroamericano, Martin Luther King, el cual volvía a optar por el amor fraterno aun en medio de las peores persecuciones y humillaciones. Quiero recordarlo hoy con ustedes: «Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese sistema […] Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte.

La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal» (n. 118; Sermón en la iglesia Bautista de la Avenida Dexter, Montgomery, Alabama, 17 de noviembre de 1957).

Les agradezco nuevamente su presencia. Les agradezco su trabajo. Quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie y nos da coraje para romper la cadena del odio: esa fuerza es la esperanza. Les pido por favor que recen por mí y los que no pueden rezar, ya saben, piénsenme bien y mándenme buena onda. Gracias.

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